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Arteterapia: 'Más allá de la mirada'


Las posibilidades de realizar un trabajo terapéutico a través del arte son infinitas, al menos tantas como artes y personas, y desde mi experiencia son especialmente efectivas.

Cuando danzamos, pintamos, cantamos, actuamos, permitimos que nuestros asuntos internos emerjan del inconsciente a través de procesos de creación espontáneos, que no precisan de la intervención de la mente, que no necesitan ser pensados y luego expresados a través del lenguaje verbal, sino simplemente se manifiestan, tal y como son. Yo me manifiesto, tal y como soy, a través de mi creación. No hay nada que entender, nada que explicar, nada que justificar ni defender. Y, si me alejo lo suficiente de los cánones de ‘belleza’ impuestos (desde mi punto de vista, demasiado rígidos y artificiales) no hay esfuerzo ni búsqueda de un resultado, porque nada está bien ni mal hecho en el acto de crear. La obra de arte es lo que es, única e irrepetible, así como la persona que la crea.

El acto creativo es terapéutico en sí, dado que al involucrar el hemisferio derecho del cerebro me permite contactar con todas esas facetas que suelen estar más dormidas, menos exploradas, y que no son abarcadas por el sistema educativo más tradicional en nuestra sociedad. Mientras el hemisferio izquierdo analiza los pensamientos de manera convencional, el derecho abarca el lenguaje no verbal, artístico y musical, las emociones, las habilidades espaciales, y es capaz de integrar diferentes tipologías de estímulos (sonidos, imágenes, olores, sensaciones) para transmitirlos en una totalidad. Al movilizar el hemisferio derecho se despierta la intuición, la pasión, la imaginación, se amplifica la capacidad de escucha y se aprende a percibir el mundo bajo distintos puntos de vista. Además, si el acto artístico se desarrolla en un entorno terapéutico, en una sesión individual o en un grupo, la creación y el proceso creativo en su totalidad se convierten en valiosas herramienta de comunicación y en la base para una comprensión más profunda de mi mundo interno desde un contacto más directo con mis sentimientos, pensamientos y experiencias.

Uno de los vehículos artísticos que tienen más peso en mi proceso personal es la fotografía.

'Utiliza la luz que tienes dentro para recuperar tu natural claridad de visión’, dijo Lao–Tse. Y lo comparto por completo.

El proceso fotográfico, el acto de fotografiar, se puede descomponer en una cantidad infinita de fases más pequeñas que, en su conjunto, representan una metáfora perfecta de lo que se halla en lo más íntimo de cada uno. El objetivo de la cámara es la lente virtual a través de la cual miro el mundo. La elección de lo que elijo fotografiar habla de mi manera de percibir el mundo, en qué me fijo, qué tiene importancia para mí, qué saco en primer plano, qué dejo al fondo y qué es lo que directamente dejo fuera del campo. Así, por ejemplo, un retrato es más que un espejo. Un retrato no solamente me devuelve la imagen del otro en un instante concreto sino que además me permite observarla desde cualquier ángulo. Un autorretrato me permite apreciar la sutil diferencia que hay entre dejarme mirar por otro y estar en mi propia intimidad, con la libertad, o la inquietud, el bienestar o los nervios que esto me pueda producir. El rol del fotógrafo es fundamental, cuando se trata de realizar retratos. La expresión de la persona fotografiada, su postura, su gesto, la expresión de su rostro, hablan de la relación que tiene con la persona que está detrás del objetivo. No es lo mismo un fotógrafo que otro, se puede comprobar fácilmente que a diferentes fotógrafos dejamos ver diferentes partes de nosotros mismos, y esto queda reflejado en la imagen fotográfica. Lo que yo veo en una imagen fotográfica no es lo mismo que ve otra persona. Y esto es muy importante a la hora de empezar a darme cuenta de que no hay una única visión del mundo, sino que cualquiera puede estar mirando una misma imagen, real y fija en el tiempo, y estar viendo cosas diferentes. Porque lo que veo es una proyección de lo que soy, de lo que siento, de mi propio mundo interno.

Os deseo curiosidad y valentía para que cada uno de vosotros encuentre el arte a través del cual se pueda expresar de una manera auténtica.

Greta Campo, Terapeuta Gestalt

Publicado en 'ENERGÍA VITAL', Número 3, Enero-Marzo 2014

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